William Ospina

Nació el 2 de marzo de 1954 en Padua (Colombia) y es un distinguido escritor de este país que, entre otros géneros, ha cultivado la poesía, el ensayo y la novela.
En sus creaciones puede notarse una fuerte inspiración en diversos autores y un homenaje a sus poetas favoritos, sus amores literarios. Además, a través de su obra manifiesta un claro compromiso con la realidad histórica y el mundo moderno.
Entre sus ensayos podemos mencionar "Aurelio Arturo", "Esos extraños prófugos de Occidente" y "Un álgebra embrujada"; entre sus novelas se destaca "Ursúa" y "La serpiente sin ojos", y como poeta ha recibido numerosos reconocimientos por obras como "Hilo de arena", "El país del viento" y "¿Con quién habla Virginia caminando hacia el agua?"
Trabajó como redactor en diversos medios, tales como el diario La Prensa de Bogotá, donde publicó ensayos sobre diversos autores de prestigio como Lord Byron, Alfonso Reyes, Charles Dickens y Emily Dickinson.
Entre sus numerosos premios, fue condecorado con el Nacional de Poesía del Instituto Colombiano de Cultura.
En nuestra web podrás leer algunos de sus poemas, tales como "El amor de los hijos del Águila", "Oración de Albert Einstein" y "La luna del dragón". 


En las mesetas del Vaupés 

Qué son las canoas sino los árboles cansados de estar quietos.
Qué son los postes de colores sino los árboles hundiendo sus raíces en el cielo.
Qué son los puentes colgantes sino los árboles jugando con el vértigo.
Qué son las alegres fogatas sino los árboles contando su [último secreto.
Follaje de las ondas que va quedando atrás con el golpe del remo.
Follaje de sonidos que en torno de los postes enardece a guerrero.
Follaje de invisibles caminos que comienza en el confín del puente.
Follaje de humaredas que ascienden en desorden entre las titilantes orquídeas.
Con granadillo hice el bastón para espantar a los malos espíritus.
Con la madera del caobo hice las cuentas de un collar para tu pecho oscuro.
Con fruto seco del tekiba hice la copa en la que le ofreciste el agua.
Con la madera del laurel hice esta flecha.
Con granadillo hice el bastón para espantar a los malos espíritus.
Con la madera del caobo hice las cuentas de un collar para tu pecho oscuro.
Con fruto seco del tekiba hice la copa en la que le ofreciste el agua.
Con la madera del laurel hice esta flecha.

El amor de los hijos del Águila 

En la punta de la flecha ya está, invisible, el corazón del pájaro.
En la hoja del remo ya está, invisible, el agua.
En torno del hocico del venado ya tiemblan, invisibles, las ondas del
estanque.

En mis labios ya están, invisibles, tus labios. 

Franz Kafka

Padre, le digo, dame tres granos de cebada para despertar al durmiente.
Pero mi padre no responde:
es un enorme jinete de bronce, alto sobre colinas y sinagogas.
Madre, le digo, aparta tanta niebla,
muéstrame un rostro dulce, del que broten palabras ingenuas.
Pero ella se ha perdido por los callejones de piedra
y sólo encuentro en el espejo sus ojos inmensos.
Abuelo, digo entonces, ya no luches más con el ángel,
ven a contarme historias junto al niego, mientras se hiela el Elba.
Pero el viejo me mira con ojos ausentes, y comprendo
que no es éste mi abuelo sino un viejo gitano que quiere venderme un recuerdo.
Hermana, bella hermana, le digo,
toma mi mano que está oscuro en esta casa inmensa.
Pero a mi lado pasa una condesa polaca monumental y arrogante
y se escucha un violín, y se cierra una puerta.
Hermano, digo, qué bello cabalgas sobre el potro de madera y de laca,
¿hacia dónde nos llevan estas tardes inciertas?
Pero él es sólo una imagen, una gris fotografía en mis nimios,
y a lo lejos, atroces, los cañones resuenan.
Goethe, le digo, cántame una canción romana,
haz que yo sienta en mi corazón esta antigua tristeza.
Pero la tumba calla y sobre ella vuelan grises palomas
y no puedo abrir este libro porque sus páginas son de ceniza.
Milena, digo luego, tal vez tú puedas finalmente salvarme,
dime que soy de carne y de sangre, que esto que me atenaza es un deseo
Pero ella se afantasma entre miles de seres escuálidos
y apenas si percibo dos llamas que se apagan muy lejos.

¿Entonces es delirio todo esto? ¿A quién puedo llamar que me salve?
Su reino es de este mundo. Todos están aceptados y absueltos.
Son demasiado humanos, son demasiado justos,
y yo no logro hablarles con mi estruendo de élitros.
y no aprendí a cruzar las puertas,
y no sé defenderme.

Si ves dos grises ojos de gato en la gótica noche de Praga
comprenderás que temo morir si me duermo.
Si oyes una canción en la gótica noche de Praga
comprenderás que intento saber dónde me encuentro.
Si oyes un corazón en la gótica noche de Praga
comprenderás quién sostiene todo este sueño.

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