Alejandra Lerma
Nació en Cali en 1991, tiene toda una voz para decir cosas feroces y llenas de verdad. Ganadora aquí y allá se ha convertido en un referente de su generación en Cali; vive ensimismada, a pesar de todo, entrega su corazón a todas las causas que estremezcan una denuncia. Se sobrevive como puede sobre todo en humedad. Es estudiante de último semestre de Comunicación Social y Periodismo en la Universidad del Valle y a veces le da por volver a escribir desde su oscuridad y su luz.
Noticias de última hora
Esta mañana, alguien abrió la ventana y estiró
su mano para llenar de arroz el aire; 17 torcazas
comieron.
A las 9 y 30 bajo la lluvia, un señor invitó a un
total desconocido a compartir su sombrilla; los
dos se rieron del mal tiempo.
La chica del restaurante le sirvió doble porción
de pastel a la niña que escuchaba la pelea de sus
padres.
Un taxista le regresó la billetera a una anciana
olvidadiza.
En el jardín infantil, Diana le regaló el color violeta
a Manuela para que terminara el arcoíris.
Desde una fila del bus, una mujer le sonrió a otra
mujer que lloraba.
Un vecino le dio de comer a un gato callejero.
Juan escuchó una canción y cantó en voz alta;
en el fondo del salón rieron 6 personas.
Un perro espantó a una bandada de pájaros
que cruzaron el cielo amarillo.
Entre las grietas del pavimento
creció una brizna de pasto.
Desde el edificio más bajo
se pudo ver un puñado de estrellas.
Nada de esto dijeron las noticias.
La tierra siguió girando en torno al sol y millones
de latidos palpitaron en los cuerpos.
Una corriente silenciosa de milagros
atraviesa las horas cada día.
Parece que nadie se entera
seguimos en un mundo terrible y abismal
nos dicen en la televisión
dos personas que después del trabajo salen a
comer juntas
y se abrazan en la noche.
A los muertos no les pesa su ausencia
Es un asunto de vivos despedir un cuerpo
en la sala se discute
mientras se sirve café
a dónde van a llevarlo
Alguien levanta un teléfono
alguien cierra una puerta
alguien plancha la camisa más apropiada
Se repasa con detalle lo último que dijo
el menú del almuerzo final
la manera en que movía las manos
Lo más ínfimo se torna decisivo:
qué vecina lo vio tomando el sol en el jardín
a cuál de los vigilantes le pidió cigarrillos
cuál de sus nietos lo llamó a saludar en la mañana
El sonido del llanto va creciendo
se traslada de una garganta a la otra
cada quien recuerda
y gime a su manera
Hay que escoger la tipografía de la lápida
y mucho más urgente, el epitafio
tendrán que decidir si entregarlo
a la tierra o al fuego
Siempre habrá quien opine lo contrario
y se sienta más digno de elegir
Las disputas no esperarán su turno
entre las oraciones
alguien dirá que no fue bueno
alguien hablará de perdón
de redención
Siempre se invocará al santo pasado
el muerto no podrá defenderse
a lo sumo un murmullo de aire
dicen los paramédicos
-es el resto de oxigeno que habita en los pulmones-
resoplidos corrientes
que nadie piense en Lázaro
Alguien escribirá un poema
con la voz quebrada olvidará leerlo
No faltarán preguntas
miradas ajenas
gatos curiosos merodeando las tumbas
Nadie se lo esperaba
pero está descansando
que el Todopoderoso lo siente a su derecha
mi más sentido pésame...
Luego volveremos al mundo
aquí no pasa nada
cierren el ataúd
regresen a casa
es solo la amiga Muerte
mirando desde lejos
señala nuestro nombre en su lista de espera.
Futuro imperfecto
¿Cómo será el rostro de mi padre cuando muera?
¿Compraré azucenas o me quedaré inmóvil
mirando los floreros vacíos?
¿Qué tamaño tomará mi corazón al darse cuenta?
¿Llevaré zapatos altos al entierro?
¿En el hombro de quién recostaré mi cabeza?
¿Discutiré con mamá la frase del obituario?
¿Mamá estará todavía?
¿Mi hermana llorará junto a mí o se encerrará en
su rostro?
¿Cuál frase guardará mi memoria, olvidaré su
malgenio, pondré en un pedestal sus cinco
virtudes?
¿Podrá recordarme él a donde vaya, me llevará
en su angustia o en su sueño?
¿Cuantos días me vestiré de negro?
¿Aullaré de remordimiento por lo que callé o por
todo lo que le dije?
¿Será el silencio de la tierra o el crepitar del
fuego lo último que escuche?
¿Guardaré la sortija de su dedo anular o evitaré
sus cosas, como si fueran tristes?
¿Descubriré una noche que lo estoy olvidando?
¿Abriré mis heridas, me obligaré a gritar, dudaré
de mi amor?
La incerteza es lo cierto
Me hago estas preguntas en una mañana cualquiera
mientras papá sirve un tazón
de aguapanela humeante
y me mira escribir
sin saber lo que pienso.